9. La Ilustración y la diosa razón

Si tuviéramos que resumir este vasto movimiento, que ha incidido hondamente en nuestra cultura moderna, podríamos hacerlo en siete rasgos.

1. La rebelión contra la autoridad. La Revolución Francesa de 1789 fue un intento de llevar a la práctica los ideales ilustrados, aunque acabó degenerando en regímenes sangrientos que, finalmente, desembocaron en el imperio napoleónico.
2. El racionalismo: fe en la razón humana. La razón llega a representarse como diosa.
3. Un afán por “ilustrar” a las gentes: educar contra la miseria y la ignorancia.
4. Optimismo cultural y fe en el progreso humano.
5. Una vuelta a la naturaleza. Rousseau —el buen salvaje— y la creencia de que el hombre es bueno por naturaleza.
6. Un Cristianismo transformado en deísmo. No hay dogmas. Dios es un primer motor del universo, pero distante y desvinculado de su creación.
7. Los derechos humanos. La Declaración fue proclamada en 1789 y, entre otros aspectos, abolía la esclavitud. Más tarde, promovidos por Olympe de Gouges, se proclamaron también los derechos de la mujer.

El gran lema de la Ilustración y la Revolución Francesa: liberté, egalité, fraternité compendia tres valores máximos de los ilustrados. Nuestra cultura occidental y nuestros sistemas políticos, hoy, aún viven de su legado.

Tres nombres

Montesquieu, impulsor de la división de poderes —ejecutivo, legislativo, judicial—, defensor firme de la ley como puntal del estado, de la tolerancia, la libertad y el sufragio universal.

Voltaire, gran defensor de la libertad de pensamiento, la tolerancia —defenderé hasta la muerte tu derecho a pensar diferente a mí— y la educación popular. Atacó duramente a la Iglesia y la religión, acusándolas de alimentar la superstición y la ignorancia.

Rousseau, convencido de la bondad innata de la naturaleza humana, que es contaminada por las influencias sociales, y defensor de la democracia como poder que emana directamente del pueblo: “la ley que el pueblo no ratifica, es nula y no es ley”.