3. En busca de la felicidad

En tiempos convulsos y de grandes cambios, una de las preguntas que preocupan a la filosofía es cómo puede el ser humano alcanzar la felicidad. Así sucedió en la Grecia Helenística y en los tiempos del Imperio Romano. Los interrogantes y las respuestas que ofrecieron los filósofos de entonces resultan de una sorprendente actualidad.

Tomando el sol a la vera de un tonel

Los filósofos cínicos, entre los que destacan Diógenes y su maestro Antístenes, sostenían que la felicidad no puede depender de los bienes materiales. Por tanto, apagar el deseo y la ambición es una buena forma de contentarse. “No deseo lo que no tengo”. No vale la pena afanarse y preocuparse por la riqueza y los honores. La pobreza y la liberación de las convenciones sociales se convierten en virtud.

De Diógenes se cuenta aquella famosa anécdota con Alejandro Magno. El poderoso rey macedonio, atraído por su fama, fue a visitarle a su vivienda, que no era más que un tonel instalado junto a un camino. Diógenes estaba tomando el sol plácidamente echado junto a su tonel y no se inmutó ante tan ilustre visitante. Después de escuchar su saludo y sus preguntas, se limitó a decir: “Apártate, que me quitas el sol”.

Los filósofos del pórtico

Se reunían bajo unos pórticos (stoas, en griego), y de ahí les viene el nombre de estoicos. Zenón de Elea es el más conocido. De mentalidad cosmopolita, sostenía que la realidad es una y que existe un derecho natural universal que todos podemos respetar. La superioridad de la filosofía consistía, según recoge Tertuliano de él, en el desprecio de la muerte.

Seguidores de esta corriente estoica fueron Cicerón, convencido humanista —“el hombre es el centro” del mundo— y Séneca, quien dijo que “el hombre es sagrado para el hombre”. De Séneca, hombre austero y de sólida moral, que fue preceptor del emperador Nerón y vio de cerca la degradación de la familia imperial romana, se destaca su búsqueda de serenidad y su espíritu de resignación, hasta el punto que hoy la palabra estoico suele identificarse con resignado, paciente y sufrido. Para Séneca, la paz interior se logra conciliando el destino y las leyes naturales con la voluntad humana.

Los filósofos del jardín

También llamados epicúreos, buscaron la felicidad humana en el placer y en la amistad. Aristipo afirmaba que la meta del ser humano es conseguir el placer, que se identifica con el bien. Epicuro, aunque su nombre hoy tiene connotaciones hedonistas, fue un gran defensor de la vida sobria y equilibrada. . Su ética del placer propone un dominio de los sentidos, moderación y prioridad del alma sobre el cuerpo. El disfrute, sostenía, viene de la armonía y el equilibrio. Puede haber varios tipos de placeres, y el mayor de ellos es gozar de la amistad. ¿La muerte? No nos concierne. ¿Lo bueno? En realidad, es fácil de conseguir. Si alguien quiere ser feliz ha de renunciar a la ambición y “vivir en secreto”, sin afanes ni angustias, pues en los placeres sencillos se encuentra la felicidad.

El neoplatonismo

La Academia de Platón formó a muchos pensadores, que cultivaron y desarrollaron el pensamiento de su primer maestro. Entre los neoplatónicos destaca Plotino, que tuvo gran influencia en el Cristianismo antiguo. Su doctrina se centra en tres conceptos: lo Uno (que puede identificarse con Dios, lo infinito o el todo); el nous (espíritu , inteligencia, luz) y el alma, la parte inmortal del ser humano, ligada al nous y a la vez al mundo material. Para Plotino el mundo y el hombre viven en tensión entre Dios y su ausencia, entre la luz y las tinieblas. El ser humano forma parte del misterio divino y Dios brilla en la creación.

El misticismo

Otra vía que lleva a la felicidad es alcanzar la experiencia mística, que puede resumirse en un “desaparecer en Dios”, o en lograr una unión con el universo, de manera que la identidad personal se funde con el todo.

El panteísmo, en esta línea, sostiene que todo cuanto existe es Dios, y todo ser forma parte de él. Ser consciente de ello y experimentar esta unión aporta felicidad y plenitud.

Cabe distinguir dos tendencias en el misticismo.

El misticismo oriental busca la fusión total y la identificación de Dios con el universo. Todo es una misma realidad.

El misticismo occidental distingue a un Dios personal, que el hombre puede encontrar en su propia alma y también en el mundo que le rodea.

2 comentarios:

  1. Buen aporte---- Gracias---

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  2. WOw!! Me sirvió muchísimo para Mi tarea De Filosofía! :D Mil Gracias!!

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