De la confluencia de la cultura grecorromana y la semita surgen tres nuevas culturas. En Europa occidental, la católica romana; alrededor de Bizancio, la cultura romana oriental. Y en Oriente Medio surge el Islam, que se expandirá por todo el norte de África romanizado hasta llegar a buena parte de la Península Ibérica.
Estas tres culturas se irán relacionando durante toda la Edad Media y darán lugar a la cultura renacentista que florecerá en Italia.
En la Edad Media, la Iglesia canalizó casi toda la actividad intelectual. El Cristianismo tuvo la capacidad de adaptarse y absorber muchos elementos de las culturas autóctonas. Se podría decir que el Medioevo europeo es una amalgama del mundo romano y el mundo germánico, unidos por un factor aglutinante: el Cristianismo.
La filosofía medieval se centra en Dios —teocentrismo— y en la relación del hombre y la naturaleza con él. El mundo, partiendo de la concepción judeocristiana del Dios creador y del sentido lineal de la historia, es un universo ordenado donde cada cual ocupa su lugar (clases sociales bien definidas, jerarquías claras, gremios, hermandades). La vida es un largo camino hacia el cielo.
Los centros de cultura fueron durante mucho tiempo los monasterios, donde se recopiló y estudió el saber de los clásicos y se desarrollaron nuevas tecnologías agrícolas, la medicina, la matemática, la alquimia y otras ramas del conocimiento. Con el tiempo, la Iglesia abrió las primeras universidades europeas, como las de Oxford y París. Aunque la más antigua de Europa, Bolonia, fue iniciativa del ayuntamiento de esta ciudad. En España, la más antigua es la de Salamanca.
Durante la Antigüedad posterior a la caída del Imperio Romano, el pensamiento más influyente en el Cristianismo fue el neoplatonismo.
San Agustín sintetiza Platón y el Cristianismo en sus escritos, en conceptos como la dualidad cuerpo – alma, espíritu – materia. Agustín, buen conocedor de los filósofos clásicos, llegó a la conclusión de que la razón tiene sus límites y no puede explicar jamás la fe. La fe, sola, salva al hombre, pues es un don de Dios, y no fruto de su esfuerzo. La historia humana muestra el designio de Dios, como explica en su obra La ciudad de Dios.
Siglos más tarde, con el avance en el conocimiento científico y las nuevas traducciones que se realizan de textos de sabios griegos de la antigüedad, la Iglesia ve la necesidad de asumir un pensamiento que dé cabida a la razón y al conocimiento experimental. Así es como nace la escolástica —la razón se pone al servicio de la fe.
Tomás de Aquino ofrece la versión de Aristóteles en clave cristiana. Hay dos caminos para llegar a Dios: la fe y la razón. Ambas se complementan y no se excluyen. En la Summa Teologica, Tomás intenta explicar la existencia de Dios con argumentos racionales y rigurosos.
El diálogo fe y razón marca la Edad Media europea. Se llega a una conciliación de ambas y así es como desde la Iglesia se alienta el estudio de las ciencias y los avances tecnológicos. Personajes como el papa Silvestre II —Gerbert d’Aurillac—, San Alberto Magno o el franciscano Roger Bacon fueron bien conocidos por su saber enciclopédico, sus investigaciones y su inquietud científica.
Este equilibrio se romperá en la crisis de la Baja Edad Media. Con el apogeo de las ciencias y los descubrimientos del Renacimiento, fe y razón se separarán y seguirán caminos independientes.
quien es el autor
ResponderEliminar¿Ciencia ficción? Mover montañas sugiere que para Cristo el potencial humano da para más. Ni llevamos un Grano de Mostaza del total. ¿Estamos al inicio de la evolución espiritual, en una dimensión alejada de Dios, por eso tanto problema? La fe, o poder de interacción profundizante hacia Dios, según Cristo, es desarrollable, en unidades de "granitos de mostaza".
ResponderEliminarEl péndulo radiestésico para buscar agua es una pequeña montaña. Nombrando a Dios, gira.
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Alberto Brehme P.