Los padres del pensamiento occidental se preocuparon por el hombre, las relaciones con sus congéneres, el sentido de su existencia y la moral. El lema inscrito en el frontispicio del templo de Delfos, “Conócete a ti mismo”, expresa este afán por ahondar en la naturaleza humana.
El destino es un tema recurrente que aflora en diversas etapas de la cultura. En la Grecia clásica, el hado o destino aparece como fuerza irrevocable en las tragedias. La gran afluencia de gentes a los oráculos demuestra esta inquietud por el sino de la persona.
También en esta época nacen las primeras disciplinas que podríamos llamar científicas y a la vez centradas en el ser humano: la medicina, con Hipócrates, y la historia, con Herodoto y Tucídides. La poesía, el arte y el deporte alcanzan gran esplendor.
El entorno cultural e histórico de estos pensadores es la Grecia de las polis emergiendo como poder hegemónico en el Mediterráneo oriental tras las guerras médicas, la Atenas clásica de la primera democracia, brillando como primera ciudad helena antes de sumirse en las guerras contra Esparta y, décadas más tarde, la Grecia decadente que sucumbe ante el yugo de los monarcas macedonios, Filipo y Alejandro, que forjarán el imperio helenístico.
Por tanto, en el pensamiento de los filósofos de este periodo subyace una profunda conciencia política: son ciudadanos activos e involucrados en los problemas de su tiempo y estudian las diferentes formas de gobierno, buscando las más idóneas.
¿Sabios o charlatanes? ¿Practicantes de la sabiduría o tramposos dialécticos? Hijos de una época de escepticismo filosófico, en que los hombres ya no creían en los dioses, los sofistas enseñan la inteligencia práctica y gustan de practicar una retórica brillante y ambivalente. Gorgias, uno de los más célebres, proclama el poder de la palabra como arma para embelesar y embaucar, al servicio de quien la pronuncia. Protágoras fue un orador afamado que se enriqueció enseñando retórica y conducta. La virtud, para este sofista, era la habilidad de la persona para conseguir el éxito.
Sócrates, Platón y Aristóteles fueron muy críticos con ellos. Rechazaron su escepticismo y su relativismo. Los sofistas afirmaban que cada cual tiene su verdad y que es imposible conocer una verdad única y universal, pues toda experiencia es subjetiva. Autores contemporáneos como Fernando Savater reivindican a los sofistas por cuestionar cualquier idea o creencia que no sea totalmente convincente.
Sócrates. “Sólo sé que no sé nada”, o parir el pensamiento dialogando.
De Sócrates, el primer gran filósofo que cualquier ciudadano del mundo podría mencionar, ¡se podrían escribir tantas cosas! Bajito, barrigudo y locuaz, maltratado por su gruñona esposa, despreciado por los gobernantes y venerado por sus discípulos, el hijo del escultor y la comadrona fue un buscador incansable de la verdad. Platón inspiró sus Diálogos en sus enseñanzas. Aristóteles y muchos otros lo reconocieron como gran sabio.
Desafió y atacó los artilugios retóricos y mentales de los sofistas, que sostenían el relativismo filosófico y negaban que existiera una realidad objetiva y universal que se pudiera conocer. Sócrates buscaba esa verdad y no lo hizo encerrándose en elucubraciones, sino de manera directa y abierta: hablando y preguntando a las gentes. Sazonado con ironía, su método engendrador de ideas —la mayéutica— pretendía despertar el conocimiento que brota del interior de cada persona y que, según él, conduce a la excelencia moral y a un comportamiento virtuoso. El punto de partida: reconocer la propia ignorancia. Para Sócrates la ignorancia es la madre de los vicios; el conocimiento es virtud, y ésta conduce a la bondad y a la justicia. Quien sepa lo bueno, hará el bien: esta es la ética de la coherencia socrática.
Platón, el Mundo de las Ideas y el mito de la caverna.
Discípulo de Sócrates, recogió las ideas de su maestro en sus Diálogos de juventud. Viajó por todo el Mediterráneo y conoció a diversos filósofos de su época, además de participar activamente en la vida política de su patria. Con el paso del tiempo, Platón maduró su propio pensamiento y fundó la Academia, escuela filosófica que formó y reunió a su alrededor a cientos de pensadores durante ochocientos años.
Tres ideas clave. Existe un Bien absoluto que es el principio de todo ser y conocer. El mundo físico o de los sentidos es una sombra imperfecta y cambiante de otro mundo inmutable, el de las ideas. Los seres del mundo visible son manifestaciones múltiples y defectuosas de esas ideas universales. El conocimiento no se adquiere por los sentidos, que pueden ser engañosos, sino por la razón. El mito de la caverna es la alegoría que recoge este razonamiento.
Con estos dos mundos, Platón intenta sintetizar el pensamiento de Heráclico —todo cambia— con el de Parménides —todo es—. Entre ambos se genera un impulso, el eros o deseo que lleva al mundo de los sentidos a tender hacia el mundo eterno y universal de las ideas.
Platón se interesó por la política, el arte, las relaciones humanas, la historia… Sus ideas le valieron la persecución y hasta un tiempo de cárcel. Escribió más de cuarenta Diálogos, donde expone su pensamiento en boca de personajes reales o ficticios, y obras como La República, donde describe el estado ideal, a su juicio. Entre otras cosas, Platón opinaba que quienes debían gobernar eran los sabios, es decir, los filósofos.
Discípulo de Platón, ávido de saber, preceptor de Alejandro Magno y fundador de la escuela filosófica de El Liceo, Aristóteles fue un investigador polifacético y prolífico que sentó las bases, no sólo de nuestra filosofía occidental, sino también de la ciencia.
A partir de los conocimientos de Platón, Sócrates, Heráclito y Parménides, Anaxágoras y los pitagóricos, y alentado por su curiosidad y espíritu científico, formuló sus propias teorías. Fue crítico con su maestro: para él no existen dos mundos, uno ideal y otro material, sino uno solo, el mundo sensible y de las cosas concretas. El conocimiento viene dado por los sentidos y la experiencia. La razón crea conceptos universales a partir de la experiencia.
Las cosas están formadas por la forma (su esencia) y por la materia. Ambas componen la substancia y son inseparables.
A él le debemos muchos conceptos utilizados durante siglos en la filosofía y en diversas ramas de la ciencia, como la lógica, el principio de no contradicción, sustancia y forma, sujeto y predicado, la analogía del ser, la economía…
Aristóteles también dio a luz la idea de la metafísica como el estudio del ser y sus cualidades, separándola de las ciencias particulares que se dedican a estudiar parcelas concretas de la realidad. Aristóteles creía en un Dios como “primer motor” del universo existente.